Muchas personas hablan sobre el amor, si aman a su pareja, a su mascota, a su familia, a sí mismas; junto con ello, hablan sobre ese sentimiento, que si cuando conocieron a cierta persona sintieron ese algo que les dijo que era la persona indicada, o aquello que sienten después de ver una película romántica que os guste. Pero, me surgen tantas preguntas, de las cuales sólo hay una que no abandona mi mente: ¿Realmente, todos llegaremos a sentir tan codiciado amor? ¿La respuesta? No, no todos hemos sentido ese amor, o bueno, a mi corta edad no lo he sentido y no sé si lo llegue a sentir.
Sus pensamientos siempre le atormentan, a Ilse y a muchas otras personas, pero ella siempre lo plasma a través de vagas palabras en su diario personal. - Son sólo fantasías, el amor no existe-, se decía muy a menudo. Realmente, casi a cada minuto de su día. —Yo soy feliz así y nada ni nadie me hará cambiar de parecer. — Sus palabras resonaban, una y otra vez, en su mente y en su oscura habitación.
***
Ilse, una chica de 17 años que se alejaba de todo mundo (sus compañeros de escuela, su familia e inclusive de sus hermanos) siempre se decía que preferiría alejarse de todos para evitar sufrir, porque había visto en películas, y con ejemplos de sus tíos, que siempre que amas a alguien sales lastimado y esa idea a ella no le gustaría experimentar. Un día su hermana menor, Samantha de 8 años, se le acercó un tanto extrañada y le preguntó:
—Her… Hermana —titubeó— ¿e… estás bien?
—Sí, estoy bien, ¿por qué?
—Po…rque… Siempre te alejas mucho de mí, acaso… ¿te hice algo malo? —dice nerviosa mirando al suelo.
—No, tú no me has hecho nada, —dudó— así soy.
—No, tú no eres así, mi mamá me dijo que antes de que me trajera la cigüeña, eras diferente.
Antes del nacimiento de Sam, hace casi 9 años que sus papás se habían separado. Unos años más tarde, cuando Sam tenía tan sólo 3 añitos sus papás se divorciaron y tanto ella como Sam lloraron mucho, fue tanto que decidió ya no hacerlo más, y con ello, alejarse de todos para evitar sufrir de nuevo. Sam tal vez no lo recuerde, era muy pequeña todavía, pero Ilse lo recordaba y muy bien.
—Sí, era diferente, pero crecí y cambié, todos cambian cuando crecen— le separa la vista y la fija en la pared de al lado.
—Pero… Yo no voy a cambiar. Nunca— dice mientras le toma la mano.
—Ja, todos lo hacen cuando menos lo esperan- dice mientras le quita su mano.
Desde que Ilse comenzaba a presenciar las peleas y diferencias de sus padres, se sentía muy triste, pues para ella el mundo perfecto en el que vivía se iba esfumando frente a sus ojos, su papá, gritándole a su mamá; su mamá cerrando los ojos para no ver el monstruo que tenía frente suyo; e Ilse, la pequeña Ilse estaba detrás de la puerta viendo tan horrendo momento.
Cuando su papá se fue de su casa, no se tentó el corazón para dejarlas, ni importando que Sam tuviera 3 añitos; desde ese momento Ilse sabía que su papá no regresaría y que la amada vida perfecta no existiría más y no existió nunca.
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Para Sam, el extraño distanciamiento de su hermana le resultaba muy triste porque, vagamente, se acordaba que hubo un tiempo en que jugaban a las muñecas, reían juntas, que aunque no hicieran nada, estaban juntas y eso era lo más importante para ella. - Tengo que hacer algo para que mi hermanita cambie, que juegue conmigo y ya no se sienta sola-, se decía a sí misma. Era una tarea muy complicada, pero no imposible y ella lo lograría, porque el amor de hermanas, todo lo puede.
***
Ya habían pasado unas semanas, todo seguía igual: Ilse, alejada de todos, mientras Sam, secretamente creaba un plan que la acercaría a su hermana.
—Oye mami, ¿qué cosas le gustan a mi hermanita?— pregunta mientras su mamá preparaba la comida.
—Actualmente no sé qué le guste pero antes, cuando tenía tu edad, lo que más le gustaban eran las flores. Cuando salíamos al mercado le gustaba p edirme girasoles pequeños, de esos que vienen en macetitas del tamaño de mi mano, - la mano de su mamá era un poco más grande que la de Sam. Por su parte, Sam medía tan sólo 1.30 metros, así que su mano alcanzaba los 12 centímetros de largo -así de pequeñas y eso le provocaba una alegría inmensa.
—Qué bonito, gracias mami- la abrazó y salió corriendo a su recámara.
Sam se encerró en su recámara y comenzó a dibujar muchos girasoles, 2 o 3 en cada hoja, no eran los mejores dibujos pero para ella eran los más hermosos que podían existir.
—Espero que estos girasoles le gusten a mi hermanita— se decía a cada rato mientras dibujaba las flores. Después de la comida Ilse se fue, ¿a dónde? nadie sabía, pero sirvió para que Sam llevara a cabo su plan.
Al igual que su hermana, Sam no dio explicaciones y pasó toda la tarde en la recámara de Ilse, sin que su mamá la molestara, pensó mucho el lugar correcto para dejar el dibujo, finalmente se decidió y dejó sobre la cama una hoja con 3 girasoles junto con una notita que decía:
Hermanita, yo te quiero mucho y me gustaría
que fuéramos como mi amiguita y su hermana, jugar juntas, reírse juntas, ver películas y más cosas que hacen las hermanas. También me dijo mi mami que te gustaban los girasoles chiquitos así que te regalo estos girasoles chiquitos, chiquitos como yo, chiquitos como cuando tú estabas chiquita.
Satisfactoriamente Sam salió de la recámara de su hermana, creyendo firmemente en que su plan resultaría victorioso. Esperó tranquilamente en su recámara a que llegara Ilse y ver su reacción. Después de unas horas, comenzaba la angustia de saber qué pasaría, Ilse se encerró en su recámara y no salió hasta el día siguiente, sin tener ningún efecto tras el plan de su hermana. La pequeña Sam no se rindió y día con día hacia lo mismo: dejar uno de sus dibujos y una notita diferente en la cama de su hermana, porque de algo estaba segura Sam y eso era que su hermana podía cambiar y amarla.
***
El primer día que Ilse encontró el dibujo de girasoles y la nota de su hermana, no le tomó importancia y los aventó a su escritorio. A Ilse no le importaba en absoluto lo que decían las notas, así que día con día los amontonaba en el mismo lugar, hasta que después de unas semanas de ir quitando notas y dibujos de su cama se dispuso a ver por qué con tanta insistencia su hermana dejaba esas cosas en su cama.
Leyó cada una de las notas, mientras las leía recordaba sus años de infancia, cuando su mamá la abrazaba y lo bien que se sentía; el nacimiento de Sam, la alegría que sintió al saber que tendría una hermana; el cómo le afectó la separación de sus padres, la forma en que las dos lloraron juntas y sobretodo, la forma en que se fue alejando de su mamá y de su hermana. No pudo evitar que las lágrimas salieran de sus ojos, rodando lentamente sobre sus mejillas y cayendo sobre los pequeños girasoles que Sam con todo su cariño hizo.
Ya era muy noche cuando terminó de leer las notas de su hermana y de pegar en las paredes los dibujos que tanto había evadido en días pasados, salió de su recámara y se dirigió a la de Sam, por la hora tal vez ya se había dormido pero eso no le importó, tenía que recuperar tantos años perdidos, tantos años en que no había demostrado ese amor que estuvo reprimiendo.
Abrió la puerta lentamente y sí, Sam estaba durmiendo, ahora que la veía bien parecía un ángel, con su ondulado cabello castaño sobre la almohada. -Sam, Sam… - sentada en la orilla de la cama le susurraba para no asustarla, -Sam, despierta…
Mientras Sam se iba despertando poco a poco, Ilse puso su mano sobre el hombro de su hermana, -Sam, soy yo, Ilse.
—¿Ilse? ¿Qué haces aquí?
—Tus girasoles son los más bonitos que he visto y las notas… —suspira— las notas son hermosas.
—¿Las leíste?— le pregunta mientras se va incorporando.
—Sí, con cada una de ellas he recordado muchas cosas— se limpia las lágrimas de sus mejillas con su mano —y me han hecho pensar… en todo el tiempo perdido y de cómo las hice a un lado, por eso a partir de hoy voy a remediarlo, ya no las voy a alejar de mí.
—Ilse yo no creí que leyeras las notas, yo pensé que las tirarías…
—Shh ya no digas nada, sigue durmiendo— le sonríe y se levanta de la cama -mañana le damos la sorpresa a mamá.
—Ilse no te vayas, quédate aquí, duérmete conmigo— la tomó de la mano mientras le sonreía — ¿sí?
—Está bien— le dijo asintiendo —gracias por hacerme creer que sí existe el amor hermanita.
—No fui yo, fue por la magia— dijo mientras Ilse se acostaba a su lado.
—¿Magia?
—Sí, la magia de los girasoles y del amor que te tengo hermanita— se acomodó en la cama y abrazó a Ilse mientras ella regresaba a sus sueños.
***
Hace un tiempo, yo creía que no llegaría a sentir amor, o por lo menos no de nuevo; escondí tanto los sentimientos hacia mi propia familia y hacia mí misma que había olvidado lo bien que se sentía el ser querida por los demás, sentir el calor de mi mamá… de mi propia hermana, de una persona que siempre va a estar a mi lado. Muchos años estuve alejada de ella y de mi mamá, no recordaba cómo se sentía esa magia que sólo la familia nos puede hacer sentir y todo gracias a mi hermana, una niña de sólo 9 años que nunca desconfió de mí y que con la magia de su amor pudo romper la barrera que yo había puesto.
Carla Magali Lugo Barragán originaria de la Ciudad de México nacida en el año de 1997. Estudió la licenciatura de psicología social en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Desde la etapa de la adolescencia sintió un gusto por libros y textos variados, por los cuales comenzó a introducirse al mundo de la escritura, siendo este su escape preferido para expresar emociones y/o situaciones de la vida cotidiana.
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