por Raquel Pietrobelli
Los grandes camiones irrumpieron una siesta cualquiera.
Yo estaba dormitando, como suelo hacerlo a esa hora, pero el ronroneo intruso de esos gigantes, me hizo saltar de la cama. Espié, intrigada, por la ventana. Vi montañas de arena, cemento, piedras; estaban siendo descargados en el baldío vecino. Por un lado me alegré… ¡Por fin iba a tener vecinos!
La maleza del baldío ya era una selva, hermosa cuna de ratas y alacranes. Yo había ido dos veces a quejarme a la Municipalidad para que la quitaran del lugar, o lo cerraran, para que la gente no tirara basura allí. Nunca me hicieron caso.
Poco duró mi algarabía por los visitantes, ya que los ruidos eran incesantes. Me dejaron loca. No había siesta ni feriados que ellos no hicieran un batifondo infernal, con sus sierras, sus sopletes, martillos y excavadoras. Nunca supe qué estaban construyendo. Parecía ser una casona de varios pisos.
No terminaban nunca de golpetear, horadar, cavar. Pam,pam,pam…
Riéndonos, en mi casa decíamos que era un loquero, porque bien parecía un hospital. Era de un estilo más que sobrio, diría que hasta parecía un monasterio. Tenía ventanitas chiquitas, todas enrejadas. ¡Si hasta el mismo patio tenía rejas!... ¡Qué raro! Es lo único que atiné a pensar.
¿Serán extraterrestres?...Ja, ja, ja.
Los albañiles iban y venían. ¡Eran tan parcos!... Nunca les sentí hablar, o reírse, o decir alguna chanza, como a otros obreros. Se ve que les pagarían muy bien, porque lo único que hacían, era trabajar y trabajar.
Una madrugada sentí el runrún de un camión. Salté de la cama, y espié por las cortinas entreabiertas a los visitantes nocturnos. Los mudos soldaditos empezaron a descargar enormes bolsas, que se ponían en los hombros, y las dejaban en la casa. Iban y venían. Iban y venían. Parecían afanosas hormiguitas, llevando palotes a su cueva. Me quedé azorada, por la hora.
Siguieron así, por un buen rato, y por fin el camión partió y se perdió en la oscuridad, cuando ya empezaba a clarear...
Me quedé despierta un rato, cavilando sobre lo ocurrido. ¡Qué raro que trabajen de madrugada! Tan sigilosos, tan silenciosos…
Al otro día, me olvidé de mis recelos cuando volví a escuchar el mismo tumulto de siempre: golpeteos, serruchadas, perforaciones…
Pasaron los días, y mis tribulaciones fueron disipándose.
Hasta que una noche…Me pareció escuchar un grito… ¡ Sí !...¡Salía de la casa de al lado! Era como un sollozo plañidero, de alguien en tormento. Desperté sudorosa, casi temblando. Me dispuse a escuchar, anhelante, casi conteniendo la respiración. Nada. Habría estado soñando, me dije. El estrés de los ruidos, mis delirios sobre extraterrestres, mis tontas aprensiones, contribuyeron tal vez a que escuche ruidos extraños. Siempre tuve una imaginación frondosa, decía mi mamá. De niña creaba largas historias, de príncipes y castillos, de monstruos bicéfalos, de seres alienígenas que nos invadían y venían a estudiarnos a los terráqueos… Ja,ja,ja.
Hasta que, días después, decidí pasar por allí, poseída por el espíritu de Sherlock Holmes. Salí resuelta a mirar hacia adentro, indagar algo. Caminaba despacio. Como paseando descuidadamente. De reojo, sólo vi un montón de gente trabajando afanosamente. Estuve tan absorta en mi investigación, que casi choqué de frente con un albañil que salía de la casa. Sentí su mirada fija, inquietante…Unos ojazos azules, colosales, me traspasaron. No pestañeaba. Ni me saludó. Una leve inclinación de cabeza, fue su gélido gesto de cortesía. Esperó que yo pasara.
Una vaga sensación de peligro me invadió, absurdamente. ¡Esos ojos!... Tan claros, tan estáticos. No transmitían nada. Vacíos, sin vida. Un río quieto. ¿O muerto? Parecía un robot de cera. “ ¡ Vaya extraterrestre!”, pensé.
—¡Oh!...Perdone— balbuceé y apresuré el paso.
No sé por qué me prometí no cruzarme más con esos locos, snobs albañiles del siglo XXI visitantes siderales al planeta Tierra…Ja, ja, ja.
Pasaron unos meses. Los ruidos fueron amainando, y mis recelos fueron diluyéndose. Cierta vez, necesité una pala para remover las hormigas del jardín, y no tuve mejor idea que ir a pedírsela a mis extraños vecinos.
No había ruidos en la casa. Parecía desierta, pero la puerta de calle estaba entreabierta. Entré cautelosa, rogando no encontrarme esta vez con “Ojos azules”. — ¡Buen día!— dije… Pero nada.
La curiosidad me ganó…Y si la casa estaba vacía… ¡Esa era mi oportunidad! ¿Por qué me traía tanto y me repelía a la vez, esa casa maldita?... El corazón me empezó a latir con fuerza. Seguí caminando, casi sin querer tocar el suelo, para no despertar… ¿A quién?.. Si el silencio era mortal.
Era un laberinto de piezas y puertas. Parecía… ¿Una cárcel? Continué casi en puntas de pie. Una extraña fascinación se apoderó de mí. Ya no podía parar. Seguí caminando. Por qué…Sentía que no podía pasar un segundo más, sin averiguar qué escondían esas misteriosas paredes. Por qué tantos ruidos. Los extraños noctámbulos. Esos albañiles tan singulares… ¡Cómo puede ser!..¡Cómo puede ser una casa de familia un lugar tan raro! La sangre se me agolpó en las sienes…Yo ya no sabía si estaba soñando o estaba despierta. La casa estaba definitivamente vacía. Una densa quietud pesaba en el lugar. Esa era mi gran oportunidad. De saber. De descubrir.
Seguí caminando Hasta llegar a una gran puerta, de lo que parecía un gran salón. Cuando la abrí…Creo que la sangre dejó de fluir…Hasta que me dolieron las venas. Sentí que una ráfaga de vómito se aceleraba en mis entrañas. Los pelos de la nuca se elevaron y desprendieron de mi cabeza. Un frío glacial me tocó el alma y los ojos se me achicaron por el temor y el asco.
Sentí que el corazón se me rompió en el pecho. Eso es precisamente lo que sentí. Apreté los puños en un Parkinson súbito, y luego, crucé los brazos en cruz sobre mi pecho. Convulsionada. Mi boca escupió un grito ahogado.
Los cadáveres yacían en enormes mesas grises de metal. Las vísceras colgando, en los pechos abiertos, como libros espantosamente deshojados.
Grandes frascos yacían en unos estantes. Prolijos, etiquetados con extraños signos rojos. Corazones, hígados, intestinos, fetos, cabezas, dentaduras, manos… Unas canaletas, como perfectas piezas de un diabólico reloj, estaban llenas de pestilente sangre, en parte ya coagulada. El olor a carne putrefacta me golpeó de nuevo el estómago. Una gran oleada de asco me subió a la garganta como un mazazo, y me agaché mecánicamente para evacuar la comida que había ingerido hacía un rato.
Levanté los ojos llorosos, abrí la boca para respirar ese aire que se me estaba escapando de los pulmones…Y me encontré con varios ojos azules, que me estaban mirando fijamente. Cuando parpadeaban…¡Se cerraban perpendicularmente! Eran hombres con piel de lagarto, de escamas gomosas…Y esos ojos…Ojos horrendos, de lagartija enojada…
¡Dios! Haz que me despierte. Esto debe ser una pesadilla. Una horrible pesadilla. Debe ser una… Ese fue mi último pensamiento, antes de sentir el frío acero en mi cuello. Antes que mi cabeza rodara como una macabra pelota de fútbol y fuera a parar con los otros cadáveres, ya minuciosamente analizados.
Raquel Pietrobelli
Profesora de Inglés. Trabajó durante 33 años en escuelas públicas y privadas.
Egresada del Instituto Dante Alighieri. Resistencia, Chaco. Estudiante de Francés, en la “Alianza Francesa”, de Resistencia, Chaco. Estudiante de Coaching Ontológico, en la “Fundación Instituto Argentino de Coaching”. Resistencia. Chaco. Ganadora de numerosos premios, nacionales e internacionales. Elegida por el Instituto Cultural Latinoamericano – Junín, Prov. Buenos Aires, para representar a la Argentina en encuentros literarios y arte; Porto Alegre y San Salvador de Bahía, Brasil; La Habana, Cuba; Barranquilla, Puerto Colombia y Cartagena de Indias, Colombia. Actualmente pertenece a la SADE, central, Buenos Aires. Partícipe de múltiples Antologías, editadas en varias provincias argentinas. Su cuento “Infancia Peligrosa”, fue teatralizado en el salón de la UNNE, Universidad Nacional del Nordeste en el “Ciclo de Autores y Personajes”. Partícipe de numerosos talleres Literarios, y participante activa de diferentes agrupaciones de cultura, que fomentan el arte en sus diferentes exposiciones.
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