—Y el premio Nobel de Medicina es para el doctor Novikov, por sus avances científicos para encontrar la cura del cáncer.
Después del anuncio, los presentes dirigieron sus miradas hacia el aclamado doctor, era visto como un héroe, ahora gracias a sus descubrimientos, la humanidad está más cerca que nunca de poder vencer al tan temido cáncer.
Sin embargo, él solamente mostraba una simple sonrisa de cordialidad, cuando subió al estrado, su discurso sonaba seco con matices de arrogancia y al bajar, lo noté con una actitud similar a la indiferencia.
—¿Qué pasó doctor? ¿No le gustó el haber ganado el Premio Nobel de Medicina?— le pregunté asombrada en la primera oportunidad que tuvimos a solas.
—No es eso colega, es solo que es algo sin importancia, vine aquí nada más para no hacerlos quedar mal.—desde ahí noté el desprecio que le tenía a las ceremonias de lujos como esta.
—Pero doctor, ahora con esto se podrá salvar miles de vidas del cáncer.
—No me interesan las vidas.— me había equivocado, el desprecio era en realidad hacía otra cosa.— Tengo otros planes en mente.
Quedé sorprendida con esta última frase, ¿cuáles eran los otros planes?
—Mira, en mi mente tengo una idea revolucionaria que cambiará el destino de la humanidad para siempre, toma,—me entregó un papel doblado con una dirección extraña— ven aquí y ahí lo verás en persona.
Me sudaban las manos de los escalofríos que me dieron al pensar en mil y una posibilidades, pero mi sexto sentido me decía que algo no pintaba bien.
Así que al día siguiente decidí ir a la dirección del papel, llegué a una tienda de libros antiguos en donde fui recibida por el doctor, sin embargo, me hizo pasar hacia un pasillo secreto que nos dirigió hasta una especie de laboratorio secreto.
Ahí se encontraban varios doctores más, además de físicos, químicos, astrónomos, etc., parecía la reunión de los Iluminatis.
—Caballeros, les presento a la doctora Alves, mi compañera de trabajo desde hace muchos años, la traje aquí para que viera con sus propios ojos a la nueva creación que nos hará los padres de la humanidad, ¿estás lista para verlo?— Mi sensación de que no era buena idea aumentó.
—Hemos investigado las tendencias de la humanidad, las buenas intenciones de salvar personas de la muerte han quedado en el pasado, ahora la moda está en explorar más allá de la atmósfera terrestre, ser una especie conquistadora, colonizar nuevos mundos y prosperar a niveles inimaginables, pero como bien sabemos, con la tecnología que tenemos, nunca llegaríamos vivos al final de nuestro Sistema Solar, así que estos honorables caballeros y yo hemos dedicado todos estos años para crear a esta maravilla.— le pasaron una caja de metal con una pastilla de color rojo brillante.—Le llamamos la píldora del tiempo.
—¿Y qué se supone que hace esa pastilla?
—Verá doctora, con esta pastilla será posible transportarnos a través del espacio-tiempo para llegar a otros planetas, podemos llevar a ejércitos enteros sin necesidad de naves espaciales en cuestión de segundos para así poder conquistar a los inquilinos de ahí. Si todos toman esta pastilla, podremos salvar a la humanidad de la catástrofe mundial.
—¿Pero cómo sabemos a qué planeta vamos?¿Esto es al azar?— La dinámica de la tal pastilla no me sonaba a algo lógico.
—Con nuestra avanzada tecnología, ya no hay necesidad de radares y localizadores, con el simple poder de la mente, podremos trasladarnos a donde queramos, el invento hará el resto.
Al ver que no estaba tan convencida, me retó.
—Le propongo que los dos tomemos la pastilla y vayamos al planeta que queramos, usted piense en uno y yo en otro.
—¿Y cómo regresaremos?
—No se preocupe, mi equipo se encargará de eso.
Acepté, por lo que los especialistas nos llevaron a otra cámara secreta, nos llenaron de cables y artefactos para sobrevivir en condiciones adversas, además de un traje especial. Por último, me dieron una pastilla roja.
—Primero visualice a donde quiere ir y a la cuenta de tres nos tomamos la pastilla.
Me imaginé ir al planeta Saturno, siempre quise ir a conocerlo y ser la primera en explorarlo, así que me aferré a mi pensamiento y tomé la píldora.
Pasaron los minutos y no sentía diferencia alguna, cerré fuerte mis ojos para sorprenderme en el otro planeta, creyendo que así funcionaría, pero sucedió algo peor.
De la nada, escuché cómo el doctor tosía fuertemente, me espanté tanto que me hizo abrir los ojos repentinamente, solo para ver como salía espuma de su boca y sangre de sus fosas nasales, los ojos parecían que le iban a estallar y cada vez más se ponía más pálido mientras gritaba de dolor.
Corrí a su auxilio e intenté reanimarlo, pero en cuestión de minutos murió entre mis brazos.
Miré al resto de especialistas tratando de encontrar alguna respuesta, pero se quedaron fríos, daba la impresión de que todo estaba calculado.
—Señorita Alves, eso de la pastilla del tiempo en realidad se trataba de un poderoso veneno que hemos desarrollado, a usted le dimos un suplemento alimenticio para que no sufriera consecuencias, ahora que hemos comprobado la efectividad de la pastilla, podemos proceder a ponerla en disposición de los mafiosos en el mercado negro, será la gran revelación, y en lo que concierne a usted, más le vale que no diga ni una palabra sobre esto, o no despertará al día siguiente.
Procedieron a poner el cadáver del doctor en una bolsa para arrojarlo en algún lugar desconocido, y se retiraron del lugar como si nada hubiera pasado, y yo, sin poder digerir lo que había pasado, me retiré del lugar, sabía que mi sexto sentido nunca me había fallado.
Mayra Ortiz (enero de 1999) nacida en Zamora, Michoacán, es egresada de la Licenciatura en Psicología y escritora, escribe poesía, cuentos y microcuentos, es una de las autoras participantes de Rémora Fanzine (2021) editado y producido por Luz Vesania, Parvada de Palabras (2022) editado por el CRAM (Centro Regional de las Artes de Michoacán) y creadora de su propio blog Notas Mentales.
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